Investigación Curatorial

La Colección Prilidiano Pueyrredon del Museo Pueyrredon

Por la Dra.(h.c.) & Lic. Gabriela Giurlani
Curadora e Investigadora del
Espacio de Arte Prilidiano Pueyrredon
de la Asociación Amigos del Museo Pueyrredon
Texto con Registro de Propiedad Intelectual

Para citar este texto: GIURLANI, Gabriela: "La Colección Prilidiano Pueyrredon del Museo Pueyrredon". Investigación Curatorial para el Espacio de Arte Prilidiano Pueyrredon de la Asociación Amigos del Museo Pueyrredon, 26/10/2012. EAAC Editorial de la Academia Argentina de Cultura, San Isidro, 2012. Disponible en http://academiaargentinadecultura-editorial.blogspot.com.ar/p/propuesta-editorial-virtual-sui-generis_7410.html y EAPP Espacio de Arte Prilidiano Pueyrredon de la Asociación Amigos del Museo Pueyrredon, San Isidro, 2012. Disponible en http://amgosdelmuseopueyrredon-espaciodearte.blogspot.com.ar/


Prildiano Pueyrredon (Buenos Aires, 24/01/1823 - 03/11/1870) fue uno de los pintores argentinos más destacados de su tiempo. Formado en Europa (como pintor, ingeniero, arquitecto, paisajista) con influencia pictórica francesa y española, y una estadía en Brasil donde también se nutrió de su ambiente artístico, fue testigo de una época, la cual documentó en paisajes y escenas cultivando el cuadro de género rural y urbano, histórico militar, retratos de aparato, polémicos desnudos y naturalezas muertas, que nos brindan una mirada retrospectiva y evocadora del territorio, su gente y de las costumbres de su tiempo.
Heredero del amor a la patria de su padre, lo convierte para sí mismo y para los demás en virtud artística de rasgo patriótico, al irradiarlo en espíritu de esencia nacional, que ensalza con su pincel criollo la tierra amada y sus personajes.

Prilidiano pinta lo que le es próximo, familiar, las cosas que él siente emocionalmente que le pertenecen desde su afectividad. Los espacios y recuerdos de sus vivencias, de su infancia. Lo que para él es auténtico, desde su experiencia vital. Así es su pintura, personal, selectiva, fiel a sí mismo. De ese modo, desarrolló también el paisaje, un género considerado menor para su tiempo, jerarquizándolo. También encarnó el pasaje entre la pintura de elite y la popular, desarrollando ambas y mostrando la diversidad social de su tiempo.

Formó parte de la alta sociedad económica que ostentaba el poder, donde cultivó la amistad y el entendimiento. En este marco de clase se inscribe tanto su actividad artística como la de sus comitentes, unidos por el retrato como una de las costumbres burguesas de su tiempo, para quedar en el recuerdo de la posteridad. Como alegoría de la formación identitaria de un país de horizontes extensos, con una independencia muy joven, que aspiraba a crecer como Nación.

Fue coetáneo también de los artistas Carlos Enrique Pellegrini, Raimundo Monvoisin, Ignacio Manzoni y Juan Mauricio Rugendas. En su época, Prilidiano gozaba de un alto reconocimiento y prestigio propio como pintor, y en la actuación cívica como arquitecto, urbanista, ingeniero y paisajista.

Nuestro artista trabajaba en el taller ubicado en su propiedad a media cuadra de la hoy Plaza de Mayo sobre la calle Reconquista, y en el atelier que había construido en la planta alta de su Quinta de San Isidro, hoy nuestro Museo Pueyrredon.

Sabemos que, mayormente, la realización de retratos constituía una fuente de ingresos más para los pintores de esos años. La destreza del arte de Prilidiano, quien ya heredaba una posición económica privilegiada, fue muy requerida por el círculo al que él mismo pertenecía, el cual de ese modo quería proyectar en el futuro su paso temporal. Las posiciones, expresiones, atuendos, adornos y mobiliario en los retratos debían estar acordes a la moral y al rango del retratado. El respeto por la condición social era importante, y se debía reflejar también en las composiciones pictóricas, premisa que Prilidiano siempre respetó.
Talentoso hombre de mundo, de negocios, culto, sociable, sensible, inteligente, con linaje patricio y esmerada educación. El estilo ecléctico de Prilidiano, ora neoclásico, ora romántico, ora naturalista, supo profundizar en el espíritu de sus retratados, además de lograr gran fidelidad a la imagen real. Muy perceptivo y observador, fue profundamente humano, y captó la belleza espiritual de cada criatura, traduciendo su interior. “Escrutador de caracteres” que “dijo su palabra más alta en el retrato”, “obras maestras” como expresó José León Pagano, las figuras se adueñan del contemplador con miradas sostenidas.

Con fuerza plástica, potencia representativa, gran valor estético, supremo oficio y dotes, dominó tanto el dibujo como la armonía del color y el tema con energía, compenetrándose con sus retratados y produciendo por ello renovadas obras únicas ajustadas a cada cual. La iconografía de personajes de diversa personalidad dan cuenta de la versatilidad de Prilidiano y del amplio espectro de su arte.
Dentro de la indiscreción del retrato, es profundo y contenido en el tratamiento de su significación moral. El parecido que lograba respecto de sus retratados –sin ningún embellecimiento ni fantasía, sólo remitiéndose a la realidad- impresionaba a sus contemporáneos, al punto de confundirlos con la persona viva, penetrando y captando, además de sus rasgos, su alma, su intimidad y su psicología individual.

Habitualmente Prilidiano en sus retratos delimita linealmente los contornos de los elementos compositivos, rodeados de atmósferas apacibles, semejando muchas veces los fondos despojados de los retratos franceses de su contemporáneo Ingres. Bosquejando primero las figuras con exactitud y fidelidad en el dibujo, modelándolas finamente con seguridad, eliminando los rastros del pincel con pinceladas ocultas, magistral y casi fotográficamente. Cuando los hay, los elementos que acompañan a las figuras están envueltos en esas atmósferas con unidad.  

Las mujeres retratadas merecen un párrafo aparte. Prilidiano habitualmente las representa inscribiéndolas en un esquema compositivo triangular. Las muestra mansas, silenciosas, serenas, dulces, suaves, femeninas, ataviadas y enjoyadas de acuerdo a su posición y a su edad. Capta sus gracias, sus sutilezas, sus delicadezas. La mujer remitía a la intimidad del hogar, a la ternura, a la paz, al remanso del hombre en un país todavía turbulento.

Prilidiano no refleja la situación política en su obra, si bien está al corriente de todo lo que sucede con interés de espectador, pero sin participar. Y diferencia el recato de los retratos, del naturalismo casi crudo de sus desnudos, pero trasluciendo siempre la sensualidad latente del bello sexo, de sus encantos íntimos, y de su castidad. Los detalles del vestuario, atavíos y accesorios nos hablan también de los personajes a través del pincel del artista, que describe las texturas de las telas y los brillos y reflejos de las joyas. Dignificándolos con la vestimenta y el lujo que los rodea, al estilo del pintor español contemporáneo de la corte Federico de Madrazo y Küntz.

El estudio de los ojos de los retratados es muy importante en la obra de Prilidiano, ya que al pintar sus ojos pinta sus almas. Trabaja las miradas con pureza. Son rectas, diáfanas, directas, limpias, claras, penetrantes, dirigidas al espectador. Son miradas que tienen compostura, no se intimidan por ser observadas. Penetra psicológica y emocionalmente, ya dijimos, en el retratado, en su vida interior, en su esencia, mostrándose y descubriéndose también a sí mismo como ser humano, y como artista de madurez joven. Definiéndose en su  talento, en sus intereses y sensibilidades.  

La luz y la atmósfera demarcan, separan, envuelven y dan unidad y mutua dependencia a todos los elementos compositivos. Siempre encontramos armonía entre notas claras y acordes sombríos. Gran colorido, con policromía en los juegos de luz. Con ajuste de valores y sensibilidad del color, su paleta está dominada básicamente por tres tonos: el negro, el gris y el blanco. Trabaja plásticamente la luz, el volumen y la atmósfera.

Al tiempo de la difusión del daguerrotipo alrededor de 1840 y la fotografía alrededor de 1860, éstas hacen sentir su influencia también en la pintura en general, y en la obra de Prilidiano también, sobre todo en las de su última década y para aquellos encargos de retratos de personas ausentes o ya fallecidas. La fotografía casi obligó a los artistas a responder y a adecuarse a nuevas exigencias comerciales. La influencia mutua entre la pintura y la fotografía estaba dada por el tratamiento de las poses, los puntos de vista, los temas, el realismo, la focalidad y la iluminación.

Fuera de la Colección Prilidiano Pueyrredon, existen dos retratos emblemáticos a destacar, considerados de los mejores y más consagratorios del artista en el género: el retrato de su prestigiosísimo padre Juan Martín de Pueyrredon (que realizó por motu proprio), y el retrato de Manuelita Rosas (que le comisionaron oficialmente a realizar). Por un lado Prilidiano -anticipándose a la idea de realizar la galería de héroes y patriotas de la Nación- retrata a su admirado padre (cuadro que conservará hasta su fallecimiento, cuando por testamento lo dona a la Universidad de Buenos Aires en 1870). Y por otro retrata por encargo oficial a Manuelita, amiga de juegos de su infancia y la mujer más importante de su tiempo (hoy en exhibición en el Museo Nacional de Bellas Artes). Este último retrato funcionó como una de las propagandas visuales políticas rosistas para construir consenso, donde el límite entre lo privado y lo público desaparecía, haciendo uso de la “politización de las formas públicas de sociabilidad”, como afirma Roberto Amigo. Tal obra abrió para Prilidiano la posibilidad de su carrera pública, aunque sus relaciones con el régimen fueron ocasionales y una vez depuesto, continuó incluso con su actuación urbana durante el post-rosismo.
La Colección Prilidiano Pueyrredon del Museo Pueyrredon continúa a través de los cuadros de Prilidiano el relato acerca del proceso de formación de la burguesía porteña y su consecuente evolución del gusto y las costumbres –manifestado a través de las pinturas, el mobiliario, y los símbolos y objetos para el ocio que eran propios de la época-, del cual Prilidiano fue partícipe destacado, por pertenencia de clase social, y como colaborador, por su actividad artística específica. Ya sea por decisión o por casualidad, el Museo se ha nutrido en todo este lapso desde su fundación, de una gran cantidad de retratos obra de Prilidiano Pueyrredon. Donaciones valiosas, sin duda, a partir de las cuales se puede estudiar su envergadura como pintor de este complejo género.

Sólo para hacer un recorte de las obras que exhibe el Museo Pueyrredon, vamos a detenernos en tres.

Prilidiano realizó el Retrato de Magdalena Costa Ituarte (después de Ferreira según su apellido de casada), en el año 1851. Ella era su enamorada, su prima y vecina en San Isidro. La oposición e impedimento de parte de la madre de Magdalena al romance que mantenían los jóvenes, afectó mucho a nuestro artista. Producto de ello, interrumpió la finalización de su retrato (una de sus manos quedó muy inconclusa, la mano negada según interpreta románticamente la gente) y provocó su alejamiento del país. Prilidiano colocó el nombre Magdalena a su hija, Urbana María Magdalena Pueyrredon Heredia, nacida en Cádiz el 25 de mayo de 1853, producto de su relación con la gaditana Alejandra Heredia. El enorme valor revelador y apodíctico que tiene el retrato de Magdalena Costa Ituarte, radica en que podemos ver y analizar en su inconclusión la técnica de Prilidiano, el proceso de ejecución de sus obras. Este óleo también es representativo de su estética, con armonías de colores en una paleta de tonos bajos. El artista lo realiza en un año donde produce obras emblemáticas de gran calidad, y que está retratando a su enamorada y relatando(nos) artísticamente un episodio de su vida personal. Adicionalmente la interrupción de la obra antes de su finalización, nos brinda una excelente oportunidad para investigar aspectos de estilo y proceso compositivo de Prilidiano Pueyrredon.

Inicialmente Prilidiano trabaja la figura y el fondo con el mismo valor y tratamiento similar, mientras que posteriormente sus personajes aparecen a la manera de Ingres, con fondos neutros y mínimas o insinuadas referencias espaciales, estética despojada y representación naturalista con mayor énfasis en lo fisonómico. De este modo, el personaje cobra preminencia sobre el entorno, y concentra todo el foco de atención. El Retrato de Enrique de Lezica, nieto de Mariquita Sanchez de Thompson y Mendeville, se inscribe en esta línea. El fondo es neutro de un ascético verde oscuro iluminado desde la derecha. La obra es expresiva, y muestra al personaje apacible, suave, elegante, seguro. La figura mira directo al espectador. Ubicado en el centro del cuadro, sentado en una silla de caoba tapizada en tela color rojo, con las piernas cruzadas y las manos en descanso sobre ellas. Detallista, Prilidiano se detiene a describir pictóricamente y con colores cálidos su vestuario con levita, camisa blanca, corbata negra, chaleco, sobretodo marrón oscuro, pantalón color beige, y sus correspondientes texturas.


Prilidiano ejecuta el Retrato de José Gerónimo Iraola, su amigo, sobre una tela de gran formato para dar jerarquía y dimensión de tamaño natural a la figura, que aparece de pie en el centro de la escena, en su sala de recibo. Trabajado en varios planos en perspectiva, se puede hacer un estudio de sucesión de planos de la atmósfera. Alrededor de 1864 (año en que pinta este lienzo) el artista realiza sus modelados en forma más gradual y hace más sutiles los pasajes de luz y sombra. El fondo aparece lujoso, poblado de muebles, tapices, cortinados y adornos. Utilizando óleo en pinceladas finas logra dar diferentes texturas, reflejos y transparencias a los elementos que representa (madera, cueros, vidrios, telas, metales, mármol, etc.).
Este fondo cobra interés y relevancia, donde la figura se funde en él inmerso en un todo.


Como otros artistas, Prilidiano exhibía sus pinturas en el almacén de Fusoni Hnos., ya que todavía no existían galerías de arte en la ciudad. Para el año 1860 gozaba de reconocimiento, habiendo adquirido sus obras los primeros coleccionistas argentinos como Leonardo Pereyra o Manuel José de Guerrico, y las principales familias argentinas. Luego de su muerte en 1870, los 34 cuadros de Prilidiano que no estaban ya vendidos y en manos de sus comitentes, fueron rematados en su Quinta Santa Calixta en el año 1871 por la firma Adolfo Bullrich y Ca. y comprados por sus familiares, amigos, artistas y admiradores de su obra, manteniéndolos a través de las generaciones.

Posteriormente, con la vindicación y revalorización artística que realiza de él José León Pagano, comienza a cobrar mayor importancia en las colecciones públicas, y a ser buscado para integrarlas. Lo que no estaba en el patrimonio público, lo estaba en manos privadas según mencionamos. Estos últimos quienes, a cuentagotas, todavía cada tanto ponen a disposición la posibilidad de contar con alguno de ellos, ya sea por donación directa o adquisición por parte de instituciones con exhibición pública.

De esta manera, el Museo Pueyrredon logró integrar la Colección Prilidiano Pueyrredon según las siguientes colaboraciones:

1 Donación de la Asociación Amigos Museo Pueyrredon (1979): Retrato de Magdalena Costa Ituarte de Ferreira. Óleo sobre tela, 89 x 55 cm. c. 1851

3 Donaciones del Fondo Nacional de las Artes: Retrato de Enrique de Lezica. Óleo sobre tela, 123 x 97 cm / Retrato de mujer joven. Óleo sobre tela, 105 x 81,5 cm / Retrato de señora. Óleo sobre tela, 125 x 100 cm (1865) 

1 Donación del Banco del Acuerdo S.A.: Retrato del canónigo Gabriel Fuentes. Óleo sobre tela, 127 x 102 cm (1866)

Donaciones particulares:

1 Donación de Julio A. Pueyrredon, Victoria Pueyrredon de White, Inés Pueyrredon de Arana y Silvia Pueyrredon de Elizalde: Escudo de armas de la familia Pueyrredon Dogan. Acuarela sobre papel, 28, 5 x 19,5 cm

1 Donación de Horacio Pueyrredon y Señora: Retrato de hombre. Óleo sobre tela, 26 x 17 cm

2 Donaciones de Nicolás García Uriburu: Retrato de José Roque Pérez. Óleo sobre tela, 125 x 101,5 cm (1865) / Retrato de Mercedes Arana de Pérez. Óleo sobre tela, 125 x 101,5 cm (1865)

1 Donación de Esther Pereyra Iraola: Retrato de José Gerónimo de Iraola. Óleo sobre tela, 213 x 151 cm (1864)

1 Donación de Álvaro Barros: Retrato de Manuela García Ferreira de Barros. Óleo sobre tela, 120 x 100 cm (1865)

1 Donación de Mercedes D. Ambrosetti Antola de Olivieri: Retrato de Francisca Badaracco de Antola. Óleo sobre tela, 125 x 100 cm (1866)

2 Donaciones de Josefina Susana Diehl Ayerza de Pereyra Iraola: Retrato de Josefa Pereyra Arguibel. Óleo sobre tela, 90 x 76 cm (1866) / Retrato de María Antonia Pereyra Arguibel de Iraola. Óleo sobre tela, 90 x 76 cm (1867)

1 Donación de María Elena Paulina Vitón: Retrato de Juan Bautista Vitón. Óleo sobre tela, 109 x 87 cm (1869)


En el año 1854 Prilidiano Pueyrredon expresaba en su correspondencia: "No quiero más gloria sino que a la hora de dejar la existencia, nadie pueda echarme en cara ninguna villanía, y que cada uno en su conciencia pueda decir Pueyrredon fue un hombre de bien y no manchó el nombre ilustre de sus padres".

Y en el año 1856 agregaba que cumplía sus funciones públicas: "sin sueldo ni compromiso alguno, ni más provecho que el de dejar un nombre bien puesto y un recuerdo de utilidad para mi país." 



Coincidimos con Roberto Amigo cuando dice que “Prilidiano Pueyrredon participó fuertemente en el proceso de construcción de una identidad colectiva […] como memoria de la nación.” 

Por todo lo mencionado, es indiscutible la centralidad de la obra de Pueyrredon en el arte argentino.

Esta colección del Museo Pueyrredon sin dudas constituye un importantísimo exponente de su faceta retratista, de gran valor en su conjunto como para ser considerada patrimonio artístico nacional.
BIBLIOGRAFIA

Amigo, Roberto; Giunta, Patricia Laura y Luna, Félix: Prilidiano Pueyrredon. Banco Velox, Buenos Aires, 1999.
Dujovne Ortiz, Alicia; Iparraguirre, Sylvia y Malosetti Costa, Laura: Pintura Argentina, Volumen Precursores II. Banco Velox, Buenos Aires, 2001.

Gammalsson, Hialmar Edmundo: Juan Martín de Pueyrredon. Ed. Goncourt, Buenos Aires, 1968.

Pagano, José León: Prilidiano Pueyrredon. Monografías de artistas argentinos, Academia Nacional de Bellas Artes, Buenos Aires, 1945.
Pagano, José León: El Arte de los Argentinos. Edición del Autor, Buenos Aires, 1937.

Romero Brest, Jorge: Prilidiano Pueyrredon. Ed. Losada, Buenos Aires, 1942.

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Galería de obras de Prilidiano Pueyrredon del Museo Pueyrredon:
Ver imágenes en: http://museopueyrredon.org.ar/prilidiano-2/ 
Inventario:
Retrato de Magdalena Costa Ituarte de Ferreira. Óleo sobre tela, 89 x 55 cm. c. 1851 Donación Asociación Amigos Museo Pueyrredon (1979)

Retrato de José Gerónimo de Iraola. Óleo sobre tela, 213 x 151 cm. 1864 Donación Esther Pereyra Iraola.

Retrato de señora. Óleo sobre tela, 125 x 100 cm. 1865 Donación Fondo Nacional de las Artes

Retrato de Enrique de Lezica. Óleo sobre tela, 123 x 97 cm. Donación Fondo Nacional de las Artes

Retrato de mujer joven. Óleo sobre tela, 105 x 81,5 cm. Donación Fondo Nacional de las Artes

Retrato de Manuela García Ferreira de Barros. Óleo sobre tela, 120 x 100 cm. 1865 Donación Alvaro Barros

Retrato de José Roque Pérez. Óleo sobre tela, 125 x 101,5 cm. 1865 Donación Nicolás García Uriburu

Retrato de Mercedes Arana de Pérez. Óleo sobre tela, 125 x 101,5 cm. 1865 Donación Nicolás García Uriburu

Retrato del canónigo Gabriel Fuentes. Óleo sobre tela, 127 x 102 cm. 1866 Donación Banco del Acuerdo S.A.

Retrato de Francisca Badaracco de Antola. Óleo sobre tela, 125 x 100 cm. 1866 Donación Mercedes D. Ambrosetti Antola de Olivieri

Retrato de Josefa Pereyra Arguibel. Óleo sobre tela, 90 x 76 cm. 1866 Donación Josefina Susana Diehl Ayerza de Pereyra Iraola

Retrato de María Antonia Pereyra Arguibel de Iraola. Óleo sobre tela, 90 x 76 cm. 1867 Donación Josefina Susana Diehl Ayerza de Pereyra Iraola

Retrato de Juan Bautista Vitón. Óleo sobre tela, 109 x 87 cm. 1869 Donación María Elena Paulina Vitón

Retrato de hombre. Óleo sobre tela, 26 x 17 cm. Donación Horacio Pueyrredón y Señora

Escudo de armas de la familia Pueyrredon. Dogan Acuarela sobre papel, 28, 5 x 19,5 cm.
Donación Julio A. Pueyrredon, Victoria Pueyrredon de White, Inés Pueyrredon de Arana y Silvia Pueyrredon de Elizalde.

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